“No conozco ningún hecho más alentador que la incuestionable capacidad del hombre para dignificar su vida por medio del esfuerzo consciente”. –Henry David Thoreau
Tanto en el ámbito personal como profesional, es esencial tener en cuenta esta especial clave de éxito: es necesario persistir y luchar hasta alcanzar el objetivo propuesto y, aunque algunas veces se pueda fracasar, es preciso confiar en que este hecho aumentará las posibilidades de lograrlo en el próximo intento.
Casi todas las historias de personas que han triunfado revelan al protagonista enfrascado en un gran pensamiento que lo apasiona y alimenta día a día con una fe inquebrantable. Asimismo, puede apreciarse que muchos de los individuos que han alcanzado los mayores éxitos son los que también se han enfrentado a las mayores adversidades.
John Demartini (2006) cuenta que cuando Walt Disney se presentó a solicitar trabajo de dibujante en los periódicos, la única respuesta que recibió fue un rechazo. Un director, incluso, le dijo que no tenía talento y que buscara otra cosa para hacer en la vida. Pero él tenía una visión en la que perseveró con toda su fuerza porque creía en sí mismo.
Este gran personaje, hoy reconocido mundialmente, entendió que el fracaso era simplemente un paso hacia el éxito y lo interpretaba como un estímulo para seguir luchando, dado que tenía la firme convicción de que el carácter de un individuo era el fiel reflejo de su destino.
Es curioso cómo un mismo acontecimiento puede tener diferentes lecturas. El fracaso será fuente de grandes beneficios si se cuenta con una actitud mental adecuada, la cual supone la aceptación de la probabilidad de obtener un buen resultado, entremezclado con momentos de fracaso. Estos últimos no deben de conducir al desánimo, sino incitar renovar fuerzas y volver a insistir, porque la constancia es la forma en que el esfuerzo dará finalmente su fruto.
Resulta indispensable estar preparado para enfrentar cualquier situación difícil que ofrece la vida y entender que ningún esfuerzo cae en un saco roto, ya que, como dijo un célebre especialista en psiquiatría: “Cada problema que se afronta con realismo y se resuelve en forma razonable, aumenta la fuerza de la personalidad. Cada fracaso sirve de experiencia y aumenta nuestra capacidad para vencer nuevas dificultades”.
Tiempo atrás leí una frase que me llamó poderosamente la atención: “Tu talento es lo que Dios te regaló; lo que hagas con él es tu regalo a Dios”. La escribió la deportista croata Janica Kostelić en su casco para una competición que se llevó a cabo en Italia, cuando era segunda en la copa del mundo de esquí ¿Por qué escribió eso? Porque sabía en su interior que el triunfo sólo está reservado para quienes se atreven a soñar y tienen la convicción de vencer.
Ella sabía, tanto como Aristóteles, que la victoria más difícil es la victoria sobre uno mismo. Estaba convencida de que su férreo carácter la llevaría al primer puesto y así se motivaba. Finalmente, llegó a ser campeona del mundo en cinco ocasiones.
¿Quiénes son los privilegiados que pueden lograr lo imposible? ¿Quiénes están capacitados para triunfar? Sólo quienes se encuentren en un estado de constante búsqueda de información y conocimiento, y se hallen dispuestos a realizar un verdadero sacrificio en pos de hacer realidad sus sueños. Sólo ellos están equipados con la actitud necesaria para triunfar, ya que su mente está abierta y receptiva para aprender, nutrirse de nuevo entendimiento y perseverar en la conquista de su objetivo. Esto es algo que todos pueden lograr.
¿Por qué una persona tiene más éxito que otra? ¿Está más capacitada para su trabajo? ¿Ha entendido mejor los desafíos de su profesión? ¿Qué hace que un individuo esté en el lugar que otro ansía? ¿Es su habilidad, su ambición, su desenfado…? ¿Son estas condiciones valoradas positivas? Formularse preguntas de este tipo permite observar con más atención el entorno y encontrar señales que indican las propias fortalezas y debilidades. A partir de un análisis profundo de la realidad, todo sujeto podrá reforzar en el futuro sus puntos débiles y acrecentar los fuertes, pero siempre consciente de que el sacrificio y la disciplina son la clave de un éxito duradero.
Es preciso luchar con ahínco y ser perseverante en el propio modo de actuar, ya que lo que se lleva a cabo con persistencia siempre se vuelve más fácil. No es que la naturaleza de la tarea cambie, sino que aumenta la capacidad personal de realizarla.
¿Es la perseverancia el único camino para alcanzar el éxito? Efectivamente, ser perseverante es un elemento necesario para lograr objetivos, pero existen también otros medios, como la imaginación, el sentido de la oportunidad, la educación y la capacidad, entre otros. Todo merece la pena intentarse, pues un minuto de triunfo puede compensar muchos años de fracasos. Esto es así porque una vez que se ha logrado el éxito, visto en retrospectiva, el difícil y duro camino que fue necesario recorrer parece más suave y llano.
Julio Verne, en una conferencia donde un periodista le reprochaba un exceso de fantasía en sus obras, le dijo al auditorio premonitoriamente: “Todo lo que un hombre puede imaginar, también puede hacerlo realidad”. El escritor, que fabuló sobre instrumentos de navegación que en la actualidad son habituales, realizó viajes imposibles que ahora ofrece en directo la televisión e imaginó ayer inventos de hoy, no estuvo tan errado, ya que el tiempo se ha encargado de corroborar la mayoría de sus “locas” visiones. Verne predijo desde el submarino hasta el primer viaje a la luna e, incluso, el amerizaje de regreso. Él supo confiar en la belleza de sus sueños.
¿Quién era capaz, en su tiempo, de soñar como lo hizo él? ¿Quién podría hoy volar con la imaginación que el escritor tuvo? ¿Quién puede hoy decir con convicción que todo es posible?
Nunca debe de decirse que algo es imposible. Es mejor afirmar, en cambio, que no se ha intentado lo suficiente, ya que, como decía el filósofo Lucio Séneca, “no es que no nos atrevemos porque las cosas sean difíciles, sino que son difíciles porque no nos atrevemos”.